domingo, 23 de agosto de 2009

Capuchino



Una tarde calurosa en el estado de Aguascalientes. Un momento que esperaba desde mucho tiempo atrás. Aquí me encuentro frente a ella. Ella y yo. Ha producido cafés todo el día y ahora toca mi turno de utilizarla. Es mi primera vez usando una máquina cafetera. Mi misión es simple a la vista: preparar un delicioso capuchino mediano. ¿Simple? Claro que es simple. Se preparan decenas al día y cada uno en menos de 7 minutos. Pero parece ser que pronto me daré cuenta que no es una tarea sencilla.

Después de mirar a mi tío hacer un capuchino y que me diera las instrucciones correctas, me preparo física, psicológica y espiritualmente para realizarlo. Se activa mi segundo chacra. Oooooohmmmm. Me encomiendo al dios Tot, despeino mi cabello e inicio la tarea.

Todo comienza tomando la carga de café recién molido en molino eléctrico de granos. Unos cuántos toques en un dispositivo especial dejan caer algunos gramos de café en el portafiltros. Después, con otro dispositivo del molino, se presiona al café para que “apriete” y para que posteriormente el agua de la cafetera tome lo más que pueda del polvo. ¡¡¡¡¡Auch!!! Me quemo el dedo índice por tocar el metal del portafiltros. ¬¬. Ok. Continúo. Llevo la carga en el portafiltros a la cafetera y la intento acomodar en el lugar donde saldrá el agua hirviendo para hacer el expreso. ¡¡¡¡¡Ouch!!! Me vuelvo a quemar. ¡¡Demonios, que alguien me recuerde que el portafiltros está bien caliente!! Notifico al otro ser extraño que vive en mi cerebro. Continúo. Presiono el curioso botón rojo que activa la máquina y el agua empieza a pasar. El aroma del expresso recién salido me empieza a llenar y , después de unos segundos, el concentrado está listo en un vasito de metal.
El primer paso está terminado. Ahora a agregar la leche. Sacamos el envase, lo abro con el cuchillo y la hecho en un vaso tamaño mediano hasta llenar casi ¾. Ahora viene la tarea más importante: “capuchinear la leche”. Me gusta ese verbo. Capuchinear. Le encontraré más aplicaciones. Bueno, continuando. Introduzco la leche en el tubito que dejará salir vapor de agua a alta presión. Es un momento especial. Para mí es especial porque debo hacerlo bien para que quede la cantidad de espuma correcta. Para mi tío y mi hermana que me ven es especial por otras razones y me quieren fotografiar. Preparan la cámara. No lo noto. Presiono el botón. El vapor empieza a salir. Es genial ver como la leche empieza a calentarse y empieza a brotar espuma por todas partes. ¡Voltea para la foto! Volteo en automático y pierdo la atención al vaso. En un par de segundos lo que era felicidad cambia. La espuma que brotaba por todas partes ahora está encima de mi mano. –Auch, me quemé otra vez- exclamo una vez más, aunque sin emoción y sin ganas. Mi mano está roja y arde. Y mi capuchino está listo. Lo pruebo. Mi mano arde. Mmmmmm. Delicioso. Mi mano arde. ¿Y la foto? Ni salió. Delicioso. ¿Solución al “mi mano arde”? Una cucharada de smoothie helado de mandarina en mi quemadura. Y mi capuchino está delicioso. Genial de pelos. Grúbi.

La cafetera y yo nos volveremos a ver las caras. Espero volver a verla en diciembre, después de ese viaje a Veracrú’ que tendrá muchas crónicas para este blog.




1 comentario:

  1. mmmmm capuccino mmmmmm
    aunk está mejor el mokaccino mmmmm
    tiene chocolate yomi yomi y café yooooomi
    capuchinear sería algo así como...mm un... vamos a tomar café!
    ok ok entonces nooo
    :)
    comentario 3: Listo!

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